Sí, me pasó algo muy extraño con este libro.
Lo escribí del tirón estando en el hospital. Todo salía de dentro sin tener que pensar qué palabras pongo, cómo lo expreso, o qué siento. Sin vivirlo como una obligación, sin pensar “tengo que escribir”.
El libro me salvaba, las palabras salían a borbotones, fluidas, de las entrañas. Como si mi parte interior me dictara el libro, y mientras yo me agarraba a ese libro para no estar en shock, para no paralizarme con el miedo atroz.
Iba narrando mi día a día en primera persona de una manera totalmente coloquial y realista. Para aferrarme al presente. Cuando escribía lo que iba superando, sentía que estaba viva, que podía seguir hablando, que podía seguirlo contando y que algún día todo esto podría ayudar a gente que estaba atravesando una situación tan difícil y aterradora como una enfermedad extremadamente grave, en la que no sabes si vas a salvarte.
Entonces necesité engancharme a un proyecto, una ilusión, a una motivación fuerte, pero ni siquiera lo había pensado. Surgió. Surgió de la nada. Escribía cada día. Me desmayaba, lo pasaba mal, tenía efectos secundarios y escribía. Tenía fiebre y escribía, tenía temblores y escribía, tenía mareos y seguía escribiendo y no era un esfuerzo. Era algo extrañísimo. Brotó de dentro.
Este libro fue mi salvación, mi motivación, mi catarsis.